La Iglesia Nuestra Señora de La Merced, ubicada en Villa de Medinas, 90 kilómetros al sur de San Miguel de Tucumán, alberga a la imagen más antigua de la Virgen de la Merced de la Argentina, esculpida y tallada en madera semi-dura, recubierta con una lámina de oro, que data del año 1600. Si bien cada 15 de julio esta comunidad conmemora la coronación de la Virgen y se congregan los fieles para renovar los votos de Fe, es el 24 de septiembre la fecha que une la celebración del Día de la Virgen de la Merced a los feligreses, no solamente de esta comunidad, sino de toda la provincia. La devoción cubre cada rincón de Tucumán y se mantiene vigente desde el nacimiento de esta provincia.
Los tucumanos tienen una particular devoción por la Virgen de la Merced, que es la misma Virgen que viene acompañando a la ciudad desde el momento de su fundación, en el primer asentamiento de Ibatín, en el sur provincial, allá por el año 1565. La Basílica mercedaria, denominada desde 1813 Parroquia de la Victoria por pedido del mismísimo General Manuel Belgrano, en agradecimiento a la protección de la Virgen en la épica batalla del año anterior, es el epicentro de esta fiesta patronal, a sólo una cuadra de la plaza principal de la ciudad.
La bajada de la Virgen hacia el atrio de la iglesia se realiza 40 días antes de la culminación de la fiesta. Este año el lema de la celebración es “Feliz de tí por haber creído en el amor”, con la práctica de la Novena desde el 15 de septiembre que concluye el día 24, con la procesión por las calles de la ciudad de San Miguel.
La historia de esta advocación de la madre de Jesús se remonta al siglo XII. De origen español, cuenta la historia que la imagen se le apareció al religioso San Pedro Nolasco para pedirle que fundara una orden que pudiera liberar a los cristianos esclavizados bajo el poder de los musulmanes.
Después, con la llegada de los españoles al continente y en especial con Pedro de Mendoza, llegaron los primeros mercedarios a esta región del norte argentino y a ello se debe que la devoción a Nuestra Señora de la Merced sea una de las más antiguas del país.
“Merced” significa misericordia, dádiva, gracia y también perdón, es por ello que el nombre de esta advocación alude a la misericordia de Dios con sus hijos, que dejó en la persona de la Virgen María una auténtica madre, un canal de gracia y una cabal intercesora. Los Mercedarios, aparte de los votos de pobreza, castidad y obediencia, hacían un cuarto voto, en el que se comprometían a dedicar su vida a liberar esclavos, y, si fuese necesario, quedarse en lugar de algún cautivo en peligro de perder la fe, o por el que no hubiera dinero suficiente para lograr su liberación. Muchos de ellos entregaron la vida, acogiéndose a la “Merced” de Nuestra Madre.
Por los muchos favores que la Virgen de las Mercedes dispensó a los tucumanos, el Cabildo en 1687 la nombró Patrona y Abogada de la ciudad. En 1696, el Papa Inocencio XII fijó el día 24 de septiembre como la fecha en la que se debe celebrar su fiesta. La Orden de los Mercedarios se ha encargado de difundir la devoción a Nuestra Madre bajo dicha advocación, extendiéndose por todo el mundo a lo largo de los siglos. Es sabido que, cuando los frailes mercedarios llegaron a América, introdujeron esta hermosa devoción. Por eso hoy, la Virgen de la Merced (o, de las Mercedes) es celebrada por los devotos de República Dominicana, Perú, Ecuador, Argentina y muchos otros países del continente.
Santa historia argentina
Si se desanda la historia argentina unos años atrás de la Independencia, se encuentra en Tucumán otro hito que marcó a fuego la conformación de la Patria. 1812 es el año, las inmediaciones de la ciudad el lugar, Manuel Belgrano y el Ejército del Norte los protagonistas, y la Virgen de la Merced la hacedora de un milagro que significó la victoria para las tropas nacionales y la adoración permanente de un pueblo creyente y fiel.
Haciendo caso omiso a las órdenes del Cabildo de Buenos Aires, que le exigían al general Belgrano continuar hacia Córdoba la retirada que realizaba junto a sus exhaustos soldados bajando de Jujuy, el creador de la bandera buscó auxilio y solaz bajo el manto de la Virgen de la Merced, en Tucumán. Ordenando sus pocas tropas y reforzadas por el fervor de los habitantes de la ciudad, decidió esperar allí al ejército realista comandado por Pío Tristán, que lo duplicaba en número y bajaba decidido a llevar los límites de la Corona lo más al sur posible.
La furia de los defensores, la valentía de los soldados al mando de Belgrano y el auxilio de la naturaleza que provocó una fuerte tormenta de viento y tierra, con una inédita manga de langostas ese 24 de septiembre, desorientó a las tropas españolas que fueron arrasadas y debieron batirse en retirada. Este capítulo marcó a fuego el futuro de la patria, porque se pudo defender la frontera norte de la futura Argentina gracias a la valentía de este pueblo bravo y orgulloso. Manuel Belgrano, agradecido, ofrendó a la Virgen de la Merced su bastón de mando y la nombró Generala del Ejército del Norte, como cerrando un círculo bajo el milagro de la fe. Esta escena histórica se produjo en la misma procesión de ese día, cuando el General hizo bajar a tierra las andas donde llevaban la imagen para realizar este acto de agradecimiento.
Las religiosas de Buenos Aires, al tener conocimiento de estos actos de devoción, remitieron a Belgrano cuatro mil escapularios de la Virgen de la Merced para que los distribuyera a las tropas. Antes de partir rumbo a Salta, el batallón de Tucumán se congregó frente al atrio del templo de Merced, donde fueron entregados los escapularios, y tanto los jefes como oficiales y tropas los colocaron sobre sus uniformes.
En la Basílica Menor Nuestra señora de La Merced, también llamada Parroquia de la Victoria, se preserva como reliquia ese Bastón de Mando con empuñadura de oro. También allí hay una bandera que fue tomada a los realistas durante la Batalla de Salta en 1813, pero el tesoro más preciado en este templo es la primera Bandera Argentina en territorio tucumano y la segunda en el país, la que enarbolaron las tropas criollas en la batalla de 1812.
El 20 de febrero de 1813 los argentinos que buscaban su independencia se enfrentaron nuevamente con los españoles en Salta. Antes de entrar en combate, Belgrano recordó a sus tropas el poder y valimiento de María Santísima y les exhortó a poner en ella su confianza. Formuló también el voto de ofrendarle los trofeos de la victoria si por su intercesión la obtenía.
Con la ayuda de la Madre de Dios vencieron nuevamente a los españoles, y de las cinco banderas que cayeron en poder de Belgrano, una la destinó a la Virgen de las Mercedes de Tucumán, dos a la Virgen de Luján y dos a la Catedral de Buenos Aires.